DESDE EL ESCRITORIO DE LA ROEH: NORIS SANCHÉZ
(PANAMÁ)
(PANAMÁ)
BENÉI NÓAJ/HIJOS DE NOÉ
Apuntes Parasha Bereshit
(Bereshit 1:1 – 6:8)
Por: Avraham ben Avraham
Resumen:
La Torah comienza con el relato de la Creación; cada día fue así: El día uno fue creada la luz, el segundo se separaron las aguas y se formó el cielo; el tercero se creó lo seco, que fue llamado tierra, y también fueron creadas las plantas sobre la tierra, todas según su género; el cuarto se crearon las luminarias mayor y menor, que servirían como señales para las estaciones, días y años, así como también las estrellas; el día quinto se crearon los seres vivientes de las aguas, así como también las aves del cielo, según su especie; el sexto día se crearon los seres vivientes de sobre la tierra, también según su especie. Elohim vio todo ello como bueno. También en el sexto día Elohim creó al hombre con Su imagen y semejanza, y lo bendijo y le ordenó fructificar y multiplicarse, y le dio la potestad de sojuzgar toda la tierra y los seres que la habitan. Elohim le dio toda planta para comer. Después, en el día séptimo, Elohim cesó su obra creadora y bendijo este día y lo santificó.
El Eterno no había hecho llover aún, sino que subía un vapor de la tierra; entonces formó al hombre del polvo de la tierra soplando en él aliento de vida, llegando a ser entonces un ser viviente. El hombre fue puesto en Gan Eden, y El Creador hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso para comer; Gan Eden estaba rodeado por cuatro ríos. Fue puesto el hombre para labrar y guardar Gan Eden y le fue ordenado comer de todos los árboles excepto de aquel de la ciencia del bien y del mal. El hombre, Adam, puso nombres a todas las criaturas vivientes, pero no había ninguna ayuda idónea para él; por tanto, Elohim le hizo caer en un sueño, y de su costado formó a la mujer; Adam vio que ella sí era su ayuda idónea; de aquí que el hombre deja a sus padres y se une a su mujer para ser una carne con ella.
La serpiente incitó a la mujer, a comer del árbol prohibido, desobedeciendo lo ordenado por El Creador; ella comió y dio a su marido, quien también comió; y ambos se dieron cuenta de su desnudez, por lo que cosieron delantales con hojas de higuera y trataron de esconderse, pero El Creador los confrontó ante su falta y Adam dijo que su mujer le dio del fruto y ésta dijo que la serpiente la engañó y ella comió; por tanto, maldijo El Creador a la serpiente, prometiendo que la simiente de la mujer le heriría en la cabeza; al hombre le dijo que la tierra sería maldita por su causa, y con el sudor del rostro obtendría su pan; a la mujer le dijo que tendría sus hijos con dolor; Adam llamó a su mujer Javah. El Eterno hizo túnicas de pieles y los vistió; y fueron sacados de Gan Eden, el cual fue custodiado por keruvim, guardando el camino del árbol de la vida.
Adam y Javah tuvieron dos hijos, Qain y Hevel; las ofrendas que hacía Qain no eran aceptadas, mas sí las de Hevel. Entonces salieron los hermanos al campo, y Qain mató a Hevel. El Eterno confrontó a Qain sobre este hecho y lo maldijo y le colocó una señal para que nadie que lo viera lo matara. Tuvo Qain descendencia, en la cual se cuenta Lemej, quien tuvo dos mujeres; Adam tuvo otro hijo que llamó Shet. Se narra la descendencia de Adam, quien vivió novecientos treinta años; uno de sus descendientes, Janoj, después de vivir trescientos sesenta y cinco años caminando con El Eterno, fue llevado por Él; el último descendiente de este relato fue Noaj, quien a los quinientos años de vida engendró a Shem, Jam y Yefet.
La descendencia de los hombres comenzó a multiplicarse, y los benei haelohim vieron que sus hijas eran hermosas y escogieron mujeres para sí de entre ellas; entonces El Eterno decretó que los días del hombre serían máximo ciento veinte años, porque ciertamente los hombres eran carne y habían corrompido al mundo; por lo tanto decidió raerlos de la faz de la tierra, pero Noaj halló gracia en Sus ojos.
El principio de todo
Mucho se ha especulado sobre lo que fue el comienzo de todo; y a decir verdad, siempre existirán corrientes que especulan sobre lo que fue el proceso de la Creación y su posterior “desarrollo”; pero los textos bíblicos tienen una verdad que vale la pena estudiar para tratar de entender, al menos en parte, la obra perfecta de Quien con su Poder, Misericordia y demás Atributos hizo posible la existencia de todo lo que conforma el Universo.
Hemos de insistir que para entender adecuadamente los textos sagrados debemos partir de una premisa y es la sincera credibilidad que debemos darle a éstos, pues de otra forma nos encontraremos ante posibles contradicciones que en realidad no existen, sino más bien realidades parciales de una gran Verdad.
Y para empezar cabría preguntarnos: ¿Para qué una creación? ¿Cómo fue posible ésta? ¿Qué o quién existía antes del comienzo de todo? Todos estos interrogantes cobran un especial sentido cuando nos remitimos a las enseñanzas de los sabios de nuestro pueblo, que nos aclaran en gran manera lo sucedido en Bereshit 1. En primer lugar, damos por sentado que “ni los cielos de los cielos” pueden contener al Creador del Universo[1]; por tanto, una primera enseñanza que podemos obtener de ello es que antes de la Creación sólo existía Bore Olam, Quien lo llenaba todo.
Si El Eterno lo llenaba todo, y teniendo en cuenta que Él es Todo-suficiente, Todopoderoso, y no requiere de nada ni de nadie, no es fácilmente comprensible el porqué de la Creación; pero, como lo dice el profeta, “con amor eterno te he amado”[2], lo que nos indica que en Su interior El Eterno desde la eternidad ya dio su amor a alguien, que en este caso es Yisrael, que estuvo concebida en la “Mente” de El Eterno, y por lo tanto “en algún momento” sería realidad. De manera que la Creación fue producto del Amor de El Eterno, que no cambia[3]. Entonces, a pesar de que El Eterno no tenía necesidad de una Creación, decidió que ésta llegara a ser real[4].
El asunto era entonces, ¿cómo hacer que existiera una Creación diferente del Creador, teniendo en cuenta que Él lo llenaba todo? Si ya se había manifestado el Amor de El Eterno hacia Yisrael, mucho antes de que ésta tomara forma explícita, humanamente hablando, la Creación entonces sería algo “tangible”, porque esa era la Voluntad de Bore Olam. Teniendo esto como cierto, pasemos entonces a ver cómo se “preparó el escenario” para que se pudiera dar la Creación.
El Creador y su Creación no son lo mismo; por lo tanto, deben “ocupar espacios diferentes”; pero surge entonces la pregunta: Si todo estaba lleno por HaShem, Baruj Hu, ¿cómo es posible que exista un “espacio” diferente del que Él ocupa? Nuestros sabios de bendita memoria nos enseñan que necesariamente hubo un proceso en el cual El Eterno generó ese espacio que antes era ocupado por Él mismo, pero que ahora sería ocupado por Su Creación; y la única forma en que esto podía darse es por medio de una contracción de Sí Mismo, para que se generara ese espacio.
Esta contracción se denomina tsimtsum. Independientemente de lo inmenso que nos pueda parecer todo el Universo, lo cual en términos humanos es cierto, la verdad es que todo lo que existe, en comparación con la grandeza de El Eterno, no alcanza a ser ni siquiera el equivalente a una gota de agua entre todos los mares del mundo[5]. Se generó entonces ese espacio, en el que inicialmente “no estaba Él”, y de ahí que al comienzo reinaran las tinieblas y fuera necesario que el Aliento Divino comenzara a señorear sobre todo para que hubiera luz también en el espacio creado. Una vez listo ese espacio, la obra creadora comenzó a ser realidad.
El “proceso” creativo:
El relato de la Creación es de tanta importancia, que trataremos de analizar los textos correspondientes, con el fin de poder tener una perspectiva correcta de lo que fue la obra que la produjo:
Bereshit 1:1: “En el principio creó Elohim los cielos y la tierra”
Y “En el principio”; en primer lugar, la expresión “bereshit” nos indica que existe un comienzo de todas las cosas creadas[6], que es en general el tema de la primera parte del Sefer Bereshit. En diferentes partes de la Escritura se hace explícito que el Creador no tiene principio[7], ni posee alguna limitación. De hecho, uno de los trece principios de fe del judaísmo, de acuerdo con las enseñanzas de Rabí Moshe ben Maimón (Maimonides – RaMBaM) es que el Creador antecedió a todos los seres, incluso a los primeros. Por otra parte, teniendo en cuenta que los destinatarios de la Torah no son las cortes celestiales sino los seres humanos (creados con la imagen del Creador, como veremos más adelante), el enfoque hacia éstos es, por lo tanto, en términos humanos, en el sentido de que todos los escritos están “diseñados” de tal forma que los podamos entender según nuestra capacidad, en la cual existe limitación; esto, sin minimizar el hecho de que los escritos parten precisamente del Creador, en Quien no se concibe límite alguno. Rashi (Rabi Shlomoh Itsjaki) comenta que la lectura de este versículo debería ser en realidad “en el principio del crear de Elohim”, confirmando así mismo que es la creación la que tiene un principio, y no el Creador. Es interesante notar que la primera letra con la cual comienza la Torah no es alef - a (que es la primera de las letras) sino bet (b); alef representa simbólicamente al Amo del Universo (que es el Primero y Único) y, teniendo en cuenta que El Creador está aparte de la Creación aunque señorea sobre ella, la letra bet - b (o cualquiera otra) nos muestra que todo lo creado no puede estar a la misma altura de quien lo creó. Al decir “en el principio” (de lo creado), ¿qué se puede comentar en cuanto a qué o quién existía antes de bereshit? Necesariamente llegamos a la conclusión de que sólo una Presencia, la del Creador, llenaba todo desde la eternidad; no se puede concebir que la Presencia hubiera tenido un comienzo o que hubiese “algún lugar” donde no estaba, porque de esa manera tendría algún tipo de límite, y ya hemos visto que ello no es posible. Además podemos asegurar que para que la Creación tuviera sentido, necesariamente debía haber antes de ella Alguien que la hiciera realidad.
Y “Creó”; la expresión hebrea “bara” es el equivalente de “creatio ex nihilo”, cuyo significado es “creación a partir de la nada”, capacidad que es atribuible en forma exclusiva al Creador, y no a algún otro; esto en otras palabras significa que para el Creador no fue necesaria ninguna materia prima inicial para llevar a cabo su obra creadora. Sin embargo, si ello fuera el caso, independientemente de la forma como se analice, esta materia prima necesariamente provendría igualmente del Creador, ya que no es posible concebir que algo diferente del Creador existiese antes de Él. Ello supone entonces que el ser humano no puede crear, en la misma forma que lo hizo el Creador; sólo puede “hacer” y “descubrir” ya que, como lo dice el que preside la asamblea (Qohelet), “nada nuevo hay bajo el sol”[8]. De hecho, al revisar todos los grandes “inventos” de la historia, sin excepción éstos han sido producto de descubrimientos que el hombre ha hecho a partir de lo ya creado, ya que todas las leyes naturales siempre han existido y no han cambiado. Adicionalmente es conveniente resaltar que la forma en que aparece este verbo está en masculino singular, significando que un solo “alguien” fue el autor de la Creación. Esto se aclarará con la explicación del siguiente término.
Y “Elohim”; normalmente este término ha sido traducido al español como “D-s”; sin embargo, desde su perspectiva hebrea el vocablo “Elohim” tiene diferentes connotaciones. Es necesario aclarar que “Elohim” no es un nombre personal, sino un nombre genérico que expresa un título, un cargo. De igual forma es importante mencionar que en los textos hebreos no existen letras mayúsculas, de tal manera que cuando en las traducciones a otras lenguas vemos alguna mayúscula ello proviene del autor respectivo. En primer lugar, es una palabra en plural, cuyo singular es Eloah, uno de los nombres del Amo del Universo, y cuya connotación es básicamente “Autoridad”. En muchas partes de la Escritura el término Elohim se refiere en especial manera al Creador del Universo, ya que Él es la Autoridad Suprema. ¿Cómo se explica entonces que el verbo crear esté en singular, mientras que el sujeto se encuentra “en plural”? Esta aparente contradicción ha sido utilizada en muchos casos para defender doctrinas tales como la de la trinidad, en la que se argumenta que D-s es más que uno, y en este caso la trinidad estaba presente en el acto de la Creación. Pero la verdad es que en esta palabra no existe la más mínima evidencia de que exista una trinidad, ya que no habla explícitamente de tres o más personas. Que el verbo esté en singular denota entonces que sólo existió y continúa existiendo una única fuerza creadora, un solo sujeto al que se le aplica el poder de crear a partir de la nada, Uno solo que es Omnipotente, y no varios (el verbo es el vocablo dominante en una frase). Existen muchos ejemplos en todo el TaNaJ en los cuales el vocablo Elohim está presente, refiriéndose casi siempre a uno solo que es el Creador. La palabra “Elohim” se relaciona en gran medida con autoridad y poder; este “plural”, que sólo es aparente, nos habla del poder supremo que trasciende a la totalidad de lo existente. De todas maneras, vale la pena decir que el vocablo “Elohim” también puede referirse a otros personajes diferentes del Creador. Este término también aplica a hombres o mensajeros de El Eterno, Bendito sea. Y en estos casos ello implica que estos personajes han sido investidos de autoridad (Mosheh en su momento lo fue, como autoridad nombrada por El Eterno – Shemot 4.16, 7:1), y aún se aplica a otros “dioses”. Una cita interesante en la que aparece el vocablo la encontramos en Tehilim 82, donde se habla de “elohim” para denotar personas que han sido puestas como jueces de pueblos. Por lo tanto, este término en últimas no hace referencia a divinidad sino a autoridad; y en lo sucesivo, cada vez que veamos “Elohim” en los textos sagrados, debemos tener buen cuidado de estudiar el contexto en el que éste aparece, para discernir su significado en el pasaje respectivo. Como una pequeña conclusión sobre este término, podemos decir que en el caso que nos ocupa, esto es, Bereshit 1:1, Elohim aplica al Creador en toda su dimensión de poder y autoridad.
Y “Los cielos y la tierra”; la conclusión del versículo nos quiere mostrar que “los cielos y la tierra” abarcan figurativamente toda la creación, ya que toda cosa creada existe bien sea en los cielos (puesto que hay varios cielos) o en la tierra; de hecho todo procede de ellos, como veremos en los siguientes textos. También podemos ver, a la luz de que son siete palabras las que conforman el versículo, que la creación es perfecta y completa; termina con la letra tsade sufit, la cual es como una espada (símbolo de justicia), que “prefigura” la justicia que reinará al final de los tiempos cuando la creación sea restaurada a su perfección inicial, esto es, la que había en el principio. Es interesante aprender que la palabra “haarets” se refiere más bien a la tierra como morada de la creación, antes que a un lugar físico propiamente dicho. De hecho, al referirnos a “la tierra de Yisrael” decimos “Erets Yisrael”, en lugar de decir “adamah Yisrael”, ya que adamah es el lugar físico a partir del cual fue creado el hombre.
Bereshit 1:2: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el aliento de Elohim se movía sobre la faz de las aguas.”
Y “Y la tierra estaba desolada y vacía”; a pesar de que la vida es potestad de El Eterno y Él mismo es la verdadera vida[9], sin embargo todo lo creado aún estaba sin vida, porque faltaba la acción del Creador para que lo creado realmente tuviera sentido; esto es, Su palabra y Su aliento, que son los que posibilitan la creación. De todas maneras, al leer estas palabras, dado que aún no se había iniciado “oficialmente” el proceso creativo de cada cosa, entonces todo era “caos”. Por otra parte, sin haber la sustancia que llenase lo creado, debemos concluir que todo estaba “vacío”. Estudios de algunos sabios por otro lado se refieren simbólicamente a que el “tohu” (desordenada) se refiere a la “materia prima inicial” necesaria para que todo lo creado llegase a tener la forma elaborada, producto de la creación. Así como por ejemplo la harina no tiene forma definida, y una vez ha sido procesada tiene hermosas formas en un pan, una torta o muchas cosas más, de manera análoga la materia inicial era “amorfa”, pero una vez el Creador la “trabajó” o “moldeó” llegó a tener la forma perfecta que el hombre conoció[10]. Es interesante que lo último que creó Elohim fue precisamente el ser humano, para que una vez consumada la obra, éste pudiera disfrutar de ella en forma inmediata y no tuviera que “esperar”. De alguna manera está aquí inmerso el Amor del Creador hacia su obra cumbre. En cuanto a la materia mencionada, no se quiere decir que el Creador “necesitó” alguna materia prima para su obra creadora, pues de hecho esta fue creación de la nada por parte de Elohim; pero lo que estamos diciendo nos facilita el entendimiento en cuanto a que el Creador “trabajó seis días y reposó en el séptimo día”.
Y “Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”; esto se refiere precisamente a lo que había de ser creado, puesto que es imposible concebir que El Eterno es tinieblas; lo que sucede es que todavía no había sido creada la luz; de ahí que todo (lo que habría de ser creado) era tinieblas en aquel momento. De alguna forma podemos entender que el “abismo” es la “distancia” que existe entre las tinieblas y la Luz Admirable de El Eterno. Rashi dice que la faz del abismo era la superficie de todas las aguas existentes.
Y “Y el aliento de Elohim”; el término “ruaj” ha sido traducido a varias lenguas como “espíritu”; sin embargo, la connotación a la luz del contexto judío es diferente. Este vocablo significa en primera instancia “aliento”, “viento”, que para este pasaje es más adecuado. Si tomamos el texto “Elohim es espíritu…”[11], vemos algunas cosas que nos pueden aclarar a qué se refiere el pasaje que estamos estudiando; en primer lugar dice que Elohim es espíritu (las mayúsculas son puestas por los traductores, puesto que en la lengua hebrea éstas no existen), no dice “Elohim es EL espíritu”. Con esto lo que queremos enfatizar es que en este caso no se está hablando del “Espíritu” como “una persona en particular”, sino que se está haciendo explícita la esencia de Elohim. Otro de los trece principios de fe de nuestra Torah dice que Elohim no es corpóreo ni tiene aspecto corporal (también enunciado por Maimonides). Entonces ¿a qué se refiere este vocablo en el contexto que estamos estudiando? A la Presencia Divina, la cual trasciende todo lo existente, y examina y controla todos los eventos que acontecen en todo lugar. Un término utilizado para este efecto es la “Shejinah”, que se utiliza para referirse a la Presencia del Creador en las cosas, y aún dentro de nosotros.
Y “Se movía sobre la faz de las aguas”; teniendo en cuenta que ni los cielos de los cielos pueden contener al Creador[12], ¿cómo explicarse que Él se mueva? ¿Acaso hay limitaciones para Él, Bendito sea? ¿Tiene Él necesidad de desplazarse? Para explicar el sentido del versículo, veamos qué significa el verbo “mover” en relación con Elohim. Con el fin de entender mejor estas palabras es oportuno referirnos a Onqelos, en cuanto a que vale la pena seguir el ejemplo de su Targum[13], una de las obras que mejor expresa el sentido de la Torah en cuanto a la esencia de El Eterno, y en la cual casi siempre se evitaron, salvo muy contadas excepciones, los antropomorfismos del Creador en su traducción[14], puesto que estrictamente hablando no son propiedades que se le puedan asignar, ya que Él no tiene forma humana y trasciende el espacio y el tiempo, que fueron creados para el hombre y no para Él. Y justamente es esta la óptica en la cual debemos leer la Torah (no cambiando lo escrito), en el sentido de que es necesario comprender a qué tipo de acción se refiere cada antropomorfismo. A nosotros ese hecho de “moverse” en este pasaje nos da una idea del recorrido de un rey sobre todo lo que domina, contemplando quizá su hermosura. En este sentido, y ya aplicándolo al Creador, el pasaje dice que “el aliento” de Elohim era el que se movía; esto tiene que ver con que la Presencia Divina estaba majestuosa sobre Su trono de gloria preparando lo que sería su obra maestra, la cual debía contener una chispa de ella misma (una vez más debemos ser cuidadosos al referirnos, en este caso, al trono de gloria, pues ni el Creador ni Su Gloria tienen la característica de “sentarse”). Es conveniente aclarar desde ahora que la Torah no siempre relata las cosas cronológicamente; ella quiere expresar verdades que son pertinentes en el contexto en el que están escritas. Por lo tanto, específicamente en los primeros capítulos del libro de Bereshit no necesariamente todos los relatos están en una secuencia rigurosa; ello incluso es aplicable a los demás libros de la Torah en varios pasajes. Otro significado de este texto, pero un poco más oculto es que el Aliento de El Eterno estaba infundiéndole vida a la Torah, que es simbolizada por las aguas.
Y “Y dijo Elohim”; la traducción “dijo Elohim” es un antropomorfismo utilizado en la Escritura para que los seres humanos entendamos, en este caso, el efecto de la manifestación de la voluntad irresistible de Elohim, que en ese momento era que “hubiera luz”. En los textos sagrados encontraremos muchas veces la expresión “Elohim dijo”, “Elohim habló”, etc. y la verdad es que si hemos de ser exactos El Creador no pronuncia palabra alguna (obviamente no porque no pueda hacerlo), sino que estas expresiones son utilizadas para decir que El Eterno manifiesta Su voluntad, la cual es hecha realidad sin demora por quien o quienes están encargados de ejecutar sus designios. Para explicar un poco mejor esto, podemos decir que sólo alguien habla cuando su “interlocutor” está en plena capacidad de entender lo que se le está transmitiendo, esto es, quien conscientemente recibe lo hablado y actúa en consecuencia, al haber entendido lo que se le está hablando[15]. Para las cosas inanimadas fue realmente una manifestación de la voluntad del Creador lo que las hizo “actuar”. Concebir al Creador con habla, es limitarlo a nuestro entendimiento, lo que no es posible en Su esencia que trasciende a todo y a todos. El verbo “dijo” está conjugado en singular masculino, lo que nos hace ver una vez más la singularidad del que tiene toda la autoridad, implícita en la aparente pluralidad de Su nombre.
Y “Sea la luz; y fue la luz”; humanamente entendemos que para poder ejecutar cualquiera de las acciones que previamente están en nuestro entendimiento es necesario que tengamos claro lo que vamos a realizar. Y ello también se refleja en el hecho de que lo primero que necesitamos es la luz para poder “hacer”, pues es la que nos permite ver lo que hacemos. Y esto lo podríamos ver como el sentido simple del pasaje. Sin embargo, cuando vamos más al sentido bíblico espiritual, vemos algunas cosas interesantes: En primer lugar esta es la luz que alumbraría siempre a todo lo existente, la que nos sacaría de las tinieblas, sobre la cual no puede prevalecer nada, puesto que fue la primera en el orden creativo. Como veremos en versículos posteriores, las plantas fueron creadas antes del sol; entonces ¿qué luz las mantenía, si no era la luz del sol o de otro astro? Sin temor a equivocarnos podemos decir que era esa “primera” luz que fue creada. De lo que podemos estar totalmente seguros es que esa luz existe y es real, porque el Creador mismo la creó. Pero es tan grandiosa y tan elevada, que ningún ser humano la puede resistir, y por ello sería necesario crear después la lumbrera mayor para que diera luz a la tierra. Aquella luz primigenia es la que habremos de disfrutar en la eternidad.
Bereshit 1:4: “Y vio Elohim que la luz era buena; y separó Elohim la luz de las tinieblas.”
Y “Y vio Elohim que la luz era buena”; esta sentencia nos da la “garantía” de que realmente lo creado es bueno y para bien; y el hecho de que sea El Creador mismo a Quien le pareció que la luz era buena nos da a entender que lo que la luz nos permite ver también es bueno, puesto que el Creador, Bendito sea, no engaña con apariencias. Esto apunta a aquel momento en que nuestros ojos son abiertos para entender las verdades inmersas en la Escritura, pero en los términos de Elohim, ya que esa luz nos muestra lo que es bueno según Él mismo. La afirmación “vio Elohim” nos permite darnos cuenta que esta especie de “examen” por parte del Creador avala en forma absolutamente completa la utilidad y bondades de la luz. El efecto de ver nos permite discernir sobre lo que es o no es bueno, materialmente hablando.
Y “Y separó Elohim la luz de las tinieblas”; ¿cómo es eso de que separó la luz de las tinieblas? Es muy interesante esta pregunta, que a su vez nos lleva casi automáticamente a otro interrogante: ¿No se separa sólo lo que ha estado unido previamente? Humanamente es poco menos que imposible entender cómo pueden cohabitar la luz y las tinieblas simultáneamente, ya que el hombre concibe a la luz y las tinieblas como entes excluyentes; sin embargo, el relato bíblico dice que Elohim “separó” la luz de las tinieblas. Esta situación entonces nos debe hacer meditar en términos de la mente del Creador, si es que ello se puede concebir; partiendo de que la mente hebrea no se basa en la lógica racional griega, sino que cree lo dicho en la Torah, entonces podemos decir que efectivamente la luz y las tinieblas estaban juntas en el mismo instante como un todo, y después el Creador las separó. No es el caso que lo entendamos o no. Para ilustrar lo dicho con un ejemplo específico, qué mejor que seguir las huellas del buen comportamiento de nuestro noble pueblo; en Sinay, a pesar de que muchas leyes fueron dadas sin que tuvieran una explicación “lógica”, el pueblo dijo: “Haremos”, lo que indica a las claras cómo es que debemos proceder cuando no entendamos en principio alguno de los decretos de El Eterno; no es un mandamiento “entender”, sino “hacer”. Pero también podemos ver este pasaje con otra óptica, y es que sabiendo que todo fue creado por el Creador, entonces de hecho las tinieblas también son Su creación, pues como ya hemos visto, El Eterno no es tinieblas; y teniendo en cuenta que antes del principio sólo existía la Luz Infinita de El Eterno, las tinieblas no fueron preexistentes, al menos físicamente, y por lo tanto también son creación de Él. De hecho, esto lo podemos comprobar en el texto: “para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo El Eterno, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo El Eterno soy el que hago todo esto”[16].
Bereshit 1:5: “Y llamó Elohim a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana un día.”
Y “Y llamó Elohim a la luz día, y a las tinieblas llamó noche”; en este versículo “llamar”, más que poner un nombre (pues si sólo se tratara de un nombre, simplemente la luz seguiría llamándose luz y las tinieblas también tinieblas), Elohim le está dando una función a la luz en su papel de “día” y a las tinieblas en su papel de “noche”. Dado que siempre estamos hablando en términos “terrenales”, aquí comienza lo que conocemos como día, no en el sentido de un período de veinticuatro horas, sino a la porción de dicho período en la cual podemos ver sin utilizar la ayuda de algún objeto. De igual manera, el período en el cual hay ausencia de la luz del día se ha denominado aquí como noche, lo que nos indica que tanto las palabras “or” (luz) y “joshej” (tinieblas) seguramente tendrán otras connotaciones, las cuales iremos estudiando en la medida de nuestras posibilidades. Es interesante anotar que la palabra “joshej” de este pasaje es la misma que encontramos en el relato de las diez grandes manifestaciones de poder de El Eterno en tierra de Mitsrayim antes de la salida de nuestro pueblo, una de las cuales sucedió como tinieblas en todo Mitsrayim, menos en el lugar en que estaba asentado Yisrael; esto nos indica, por un lado, que las tinieblas eran dolorosamente densas (tanto, que casi se podían palpar, como al comienzo de la creación) y, por otro, que Yisrael es la nación que tiene el llamado a ser luz entre las demás naciones, y por ello la luz resplandeció entre sus hijos.
Y “Y fue la tarde y la mañana un día”; aquí el concepto de día es una unidad completa compuesta por el lapso ocupado por la luz que fue llamado día, y el lapso de la oscuridad llamado noche. También vemos el orden en que transcurre cada día; primero la tarde, que en este caso se refiere a la declinación del sol, para terminar con otro lapso que tiene luz. Esto nos dice que el día comienza a la “caída” del sol (a las seis de la tarde en promedio) y termina a la misma hora del día siguiente, en abierta oposición de lo establecido por Edom (Roma) y su paganismo, que determinó que cada día comienza y termina a medianoche (esto es, comienzo y final en tinieblas, como todo lo que no pertenece al Maljut Hashamaim, incluida Roma). Estas dos posiciones tienen contrastes bastante marcados: Mientras que el día establecido por los pueblos gentiles comienza y termina en tinieblas, tal como terminarán los que no entrarán al Olam Haba, en el pueblo de Yisrael el día comienza pero no termina en tinieblas, sino con luz, que es la que llenará todo lo existente cuando los justos vivan en ese mundo ideal en el que sólo habrá espacio para disfrutar de las delicias que fueron concebidas para ellos desde antes de la fundación del mundo. No se dice aquí “primer día”, ya que hasta el momento no había forma de hacer referencia a otro evento similar, y por lo tanto simplemente se dice “un día”. También varios de nuestros sabios ven en estas palabras dos ideas; la primera “y fue tarde y fue mañana” (de hecho esta sería la traducción literal del texto original), lo que significa que el día y la noche son dos entes distintos; pero también “día uno”, que quiere mostrarnos que a pesar de que se crearon dos cosas, ambas subsisten en una unidad que es el día (“yom”); tal como existen marido y mujer que son una sola carne, así el día y la noche se complementan para formar un solo día.
Bereshit 1:6-8: “Luego dijo Elohim: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Elohim la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Elohim a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo”.
Al establecer Elohim un espacio entre las aguas podemos ver que al comienzo existía una única gran masa de aguas; si nos detenemos de nuevo en el primer versículo de la Torah, vemos la palabra “cielos”, que en hebreo es “shamayim”, y en la cual se pueden estudiar varias particularidades: Esta palabra está compuesta a su vez de dos palabras, “sham” que significa “allá” y “maim” que significa “agua” o “aguas”, lo que nos da la idea de “aguas allá”, o sea las aguas que existen “fuera de nuestro alcance”.
También es el producto de las raíces de dos palabras, “esh” que significa fuego, y “maim” que significa agua. Aquí lo que se nos muestra es que aparentemente al principio estaban unidos el agua y el fuego (como posiblemente lo estaban la luz y las tinieblas), imagen que en términos humanos no es viable concebir, pero que en el pensamiento del Amo del Universo es perfectamente posible. Como dato interesante, algunos sabios han enseñado que el granizo que cayó en Mitsrayim como manifestación de poder de El Eterno, Bendito sea, tenía una característica especial y es que era hielo mezclado con fuego, y de allí en gran parte su poder mortífero.
Revisando lo dicho, a la luz de lo que está escrito en el versículo 2, tiene sentido decir que había fuego en el agua, puesto que el “viento” o “aliento” de Elohim “se movía sobre la faz de las aguas” (“soplaba” para que la “materia prima” pudiera ser “moldeable”).
Aquí ya se menciona que hubo el día segundo, puesto que ya se tenía como referencia el primer día; lo que no se dice es que fue bueno. La razón para ello, según nuestros sabios de bendita memoria, es que la obra referente a los cielos y el agua no estaba totalmente concluida, y por lo tanto no cabía darle aún el calificativo de buena. Sin embargo, por otro lado, también nos es enseñado que no se podía calificar de buena la división de las aguas que El Eterno hizo. ¿Cómo es esto? Lo que sucede es que ninguna división de lo que es una unidad homogénea se considera como buena; de hecho las “aguas de arriba” y las “aguas de abajo” tenían la misma naturaleza y una división atenta contra la unidad, símbolo de la Unidad del Todopoderoso, Exaltado sea.
Bereshit 1:9-10: “Dijo también Elohim: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Elohim a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Elohim que era bueno”.
Al decir “júntense las aguas” se está estableciendo la consolidación de las aguas donde normalmente deben residir, dando como resultado que lo seco apareciera. El término “llamó” vuelve a hacer referencia al hecho de que tanto a las aguas como a lo seco se les asignó un propósito especial, y de ahí el nombre “tierra” y “mares”.
Pero hay más: Analizando las palabras del hebreo original, vemos que el término para reunión de aguas es “miqveh” que, como se verá posteriormente, es el sitio indicado para efectuar las purificaciones o “tevilot”, conocidas comúnmente en el mundo secular como “bautismos”.[17]
¿Qué queremos resaltar? Como veremos en el pasaje del mabul (el diluvio), observaremos que lo que hubo en realidad fue una gigantesca purificación del planeta (murió “toda carne”, pues la carne es la que contamina); la maldad fue purificada con el agua, naciendo a una nueva vida, comenzando por Noaj y su familia. En otras palabras, hubo un “bautismo” (tevilah) después del cual la tierra “nació de nuevo”.
Aquí, aunque hay una división entre el agua y lo seco, Elohim dice que es bueno. Contrastando con lo dicho anteriormente, la razón aquí para decir que es bueno es porque esta no es una división que atente contra la unidad de algo, puesto que el agua y lo seco son de naturalezas diferentes, destinados cada uno de ellos a su función específica, que en cada caso es buena[18]. También podemos decir que fue bueno porque en este día sí se completó la obra de la consolidación de las aguas.
Bereshit 1:11-13: “Después dijo Elohim: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Elohim que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero”.
En este pasaje no se dice que Elohim creó, sino que dio una orden que fue cumplida rigurosamente, lo que podemos deducir a partir de la repetición que hace la Torah de todo lo que produjo la tierra, de la cual podríamos entender que en cierta forma era “materia prima” para formar, en este caso, hierba y árboles.
Y al “ver” cómo se había cumplido Su decreto, Elohim una vez más declaró que todo era bueno. En este punto es conveniente resaltar el hecho de que dos veces en el día tercero Elohim ve que lo creado era bueno. Según varios sabios del pueblo de Yisrael, y a partir de este hecho, el día tercero puede resultar favorable para muchos eventos, en contraste con el día segundo.
También es interesante notar que, aunque sabemos que toda planta requiere de la luz solar para sobrevivir, en este caso las plantas fueron creadas antes que el sol; el Creador así lo decretó sabiendo que a pesar de la falta del sol las plantas vivirían; y ello es porque la luz primigenia (en el sentido de que proviene “directamente” del Creador) fue la primera obra creadora de Elohim, que era y es suficiente para dar vida. En este caso podemos darnos cuenta, como sugerencia del texto, que no es la luz material la que da verdadera vida, sino la luz espiritual.[19]
Bereshit 1:14-19: “Dijo luego Elohim: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Elohim las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Elohim en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Elohim que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto”.
La primera declaración respecto de las lumbreras creadas por Elohim es que sirvan para separar el día de la noche, por lo cual la función primaria es precisamente servir de referencia para saber cuándo es día y cuándo es noche. Pero también Elohim declara que servirán para señalar las estaciones, los días y los años; es interesante saber que el anuario judío se rige por el ciclo de la luna, mientras que las demás naciones se rigen por el calendario solar; aunque los dos sistemas son diferentes, es casi asombroso, desde la perspectiva humana, que ambos sean tan exactos, aunque si lo vemos desde la perspectiva de Elohim, es obvio que lo sean puesto que el gran Diseñador del Universo no se equivoca en lo más mínimo.
Se establece claramente que la lumbrera mayor (el sol) señorearía de día[20] y la lumbrera menor (la luna) de noche[21]. También hizo Elohim las estrellas para alumbrar sobre la tierra, al igual que para cumplir una función similar a la del sol y la luna.
En este punto cabría preguntarse: ¿Por qué tantas cosas creadas para que sean referencia para nuestro planeta? La Providencia Divina así lo estableció, pero no por un capricho, sino porque este plan, concebido desde la eternidad, albergaba la creación de la gran obra de Elohim, que es el hombre. Aún más: todas las referencias que nos proveen todas las luminarias celestiales nos ayudan no sólo para tener “certeza” sobre los tiempos, sino en gran manera para admirar y reverenciar la perfecta obra del Creador y, en últimas, al Creador mismo, que es la fuente de todo lo que existe en los cielos y en la tierra.
Bereshit 1:20-23: “Dijo Elohim: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Elohim los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Elohim que era bueno. Y Elohim los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto.”
Aquí se pueden ver cosas interesantes:
Y “Produzcan las aguas”; el hecho de que Elohim diga “produzcan las aguas…” implica que las aguas existentes en el principio son de alguna forma la fuente de la cual proviene innumerable cantidad de seres vivos; y si nos atenemos a la constitución biológica de éstos, vemos que poseen en sus cuerpos gran cantidad de agua.
Y “Y creó Elohim”; el verbo aquí utilizado es “creó” (no “hizo”), lo cual indica que aquello que es objeto de esta acción es en verdad especial (digamos que en realidad es “más” especial que las cosas que fueron “hechas”, pero no “creadas”), puesto que a continuación se dice “todo ser viviente”, esto es, lo que posee el aliento de vida insuflado por El Eterno. Los grandes monstruos marinos forman parte de esta creación especial.
Y “Según su especie”; este es un “decreto” que establece que cada animal pertenece específicamente a su especie, y por lo tanto cualquier cosa que atente contra ello no es permitida por Bore Olam, por ejemplo los cruces entre animales de diferente especie. De acuerdo con nuestros sabios de bendita memoria, el mabul fue decretado no sólo contra la humanidad pervertida, sino también contra los animales de la tierra que se mezclaron, siendo de diferentes especies (los peces no se mezclaron y por eso no murieron).
Y “Y vio Elohim que era bueno”; en este caso, Elohim consideró que todo era bueno pues en ese momento todo lo creado estaba cumpliendo fielmente la función para la cual fue creado; no había ninguna desviación sino que todo estaba en perfecto orden y por ello funcionaba bien en grado sumo.[22]
Bereshit 1:24-25: “Luego dijo Elohim: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Elohim animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Elohim que era bueno.”
Aunque al final la Torah declara que Elohim vio que era bueno, es necesario resaltar el hecho de que a los animales aquí referidos Elohim no los “creó” sino que los “hizo”; esto de alguna manera refleja el hecho de que aunque los animales son una buena obra, no son la culminación de toda la creación, pues estarán sometidos a lo que será creado, como efectivamente lo muestran los siguientes textos.
Bereshit 1:26-28: “Entonces dijo Elohim: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Elohim al hombre a su imagen, a imagen de Elohim lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Elohim, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
Aquí se describe la creación del hombre; la Torah dice literalmente “con nuestra imagen”, que es algo sin precedentes en la obra creada. El hombre entonces tendrá chispas de las emanaciones Divinas como atributos, y aunque de hecho es limitado, es el encargado de mostrar la gloria del más Santo de los santos en todo lugar.
Al referirse en singular al hombre, está diciendo que todo lo que significa el ser humano, con todos sus atributos físicos y morales, residiría en el primer hombre. Y he aquí el primer mandamiento: “Fructificad y multiplicaos”. Teniendo en cuenta que el relato de la Torah no necesariamente observa una secuencia “lógica”, de hecho se entiende que este mandamiento es para el hombre y la mujer, pues ello se deduce del texto en el que dice: “varón y hembra los creó”.
Sojuzgar la tierra y señorear sobre todos los animales no es una tarea que deba ser causa de arrogancia en el hombre; es un rol específico que estableció el Creador para que en lo sucesivo, como “especial retribución” por haber recibido el precioso don de la vida, el hombre realizara su tarea como si fuera directamente para Elohim.
Interesante que se hable de los peces del mar, pero no de las demás criaturas del mar. Aunque no es incorrecto pensar que el texto se refiere a todas las criaturas del mar, no es totalmente exacto. Nuestros sabios de bendita memoria nos enseñan que el Leviatan es una especial criatura sobre la cual sólo existe dominio por parte de El Eterno, y será reservado para los justos en el fin de los tiempos.
Muchas cosas más se pueden aprender de la primera parte de la Torah; y de lo leído podemos sacar algunas conclusiones:
Y Todo lo creado tenía el potencial de permanecer eternamente pero, como se podrá estudiar posteriormente, el pecado del hombre trastornó todo, lo que no significa que ello haya sido un fracaso del Creador.
Y Existe un orden establecido por El Eterno, que debe ser preservado (todo fue creado “según su especie”); todo tiene una función específica, no importa si esta es o no visible, de todas maneras es importante.
Y Desde un comienzo la gracia de El Eterno ha estado presente en la vida del hombre[23]; por ello, cualquier doctrina o teoría que proclame que la gracia sólo es para algunas generaciones está desvirtuando los Escritos Sagrados, lo que equivale a añadir y quitar de lo escrito[24], que es una abominación.
Y Aunque El Eterno no necesitaba de la Creación, de todas maneras la hizo realidad; y de aquí podemos ver una primera chispa del gran Amor de El Eterno hacia lo creado, especialmente Su pueblo Yisrael.
Y Todo lo existente tiene una “primera” función, que es alabar a El Eterno, no sólo por la grandeza de Sus obras, sino también por la Bondad y Amor mostrados hacia Su Creación.
Y El relato literal nos conduce a muchísimas verdades espirituales, así como también a eventos futuros cuya “codificación” se encuentra precisamente en los primeros textos de la Torah.
[1] Ver Melajim Alef 8:27, Divrei Hayamim Bet 2:6, 6:18.
[2] Yirmeyahu 31:3.
[3] Malaji 3:6, Ya.
[4] En términos humanos; de hecho, las “palabras”, los “pensamientos”, así como los Atributos de El Eterno, son todos Uno con Él.
[5] Ya desde el comienzo podemos ver que nuestra pequeñez es tan evidente, que no existe ningún motivo para que el ser humano muestre arrogancia en sus acciones, pues físicamente ante El Eterno en realidad no somos nada. Para corroborarlo, ver Devarim 4:39.
[6] Pues, como lo veremos a continuación, El Creador no tuvo principio, lo cual escapa al entendimiento humano.
[7] Además los Escritos Sagrados nunca tratan de demostrar la existencia del Creador; simplemente la dan por sentada.
[8] Qohelet 1:9-10.
[9] Yojanan 17:3.
[10] Si hemos de ser exactos, El Creador no requiere algún trabajo para moldear; todo lo que aparece en la Torah refleja más bien un orden perfecto en la Creación, que sólo puede corresponder a una Inteligencia absolutamente Superior a todo lo existente.
[11] Yojanan 4:24.
[12] Melajim Alef 8:27, Divrei Hayamim Bet 2:6, 6:18.
[13] Traducción de la Torah a la lengua aramea.
[14] Esto es, acciones o formas que son típicamente humanas pero aplicadas a Él en los escritos; por ejemplo que Él bajó a la tierra, que Él dijo, que Él se acordó, etc.
[15] De ahí que nuestro correcto hablar implica que siempre debemos asegurarnos de que quien nos escucha entendió exactamente lo que quisimos transmitirle.
[17] En parte, puesto que hay varias clases de tevilot que no corresponden con ese “bautismo”.
[18] Ver 1 Timoteo 4:4: “Porque todo lo que Elohim creó es bueno…”; esto significa que todo lo que Elohim creó es bueno porque cumple un propósito específico que es bueno.
[19] Recordemos a propósito Yojanan 1:1-5, en donde dice que en el Verbo, la Palabra, estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.
[20] Lo que significa que la porción denominada como día, o mejor la porción “clara” de cada día, ocurre cuando está señoreando la lumbrera mayor.
[21] La explicación es idéntica a la de la lumbrera mayor, pero aplicada a la noche.
[22] Este es el verdadero sentido de 1 Timoteo 4:1-5, especialmente el v. 4.
[23] Ello se ve en hechos tales como la promesa de la simiente de mujer, que acabaría con la serpiente, las túnicas de pieles que El Eterno dio a nuestros primeros padres, y otros más.
[24] Ver Devarim 13:1.
Fuente: www.nuestratorah.ning.com
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